La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) alerta de la contaminación ambiental y del riesgo para la salud de las colillas de cigarrillos, lo que se considera como el tabaquismo «de cuarta mano», ya que son la primera fuente de basura en el mundo y tardan entre 8 y 12 años en descomponerse. Esta sociedad científica recuerda que cada año se consumen 6 billones de cigarrillos y en el 64% de los casos acaba en las calles, parques, ríos, bosques o playas, lo que equivaldría a unos 4,5 billones de colillas. «Estos restos contaminan más que los envases de alimentos, botellas y otros plásticos», ha señalado José Ignacio de Granda, coordinador del Área de Tabaquismo de SEPAR. Alerta también del impacto de este tabaquismo «de cuarta mano», detrás del consumo directo (primera mano), el tabaquismo pasivo (segunda mano) o los restos que el humo del tabaco deja en zonas donde se ha fumado (tercera mano). Este experto ha recordado que los filtros de las boquillas de los cigarros acumulan parte de los componentes nocivos del tabaco y los libera en contacto con el agua, lo que supone una «grave amenaza para la biodiversidad» dado que esta contaminación puede acabar afectando a la cadena alimentaria. Ante esta situación, desde SEPAR alertan a las autoridades sanitarias que tomen medidas frente a este problema y recuerda que algunos países como Australia o Nueva Zelanda tienen papeleras específicas para colillas mientras que algunas ciudades como París tienen multas específicas para quien las tira al suelo. Asimismo, proponen obligar a la industria tabaquera a informar de los efectos nocivos de tirar las colillas al suelo o a hacer filtros biodegradables, una idea que no ha cuajado del todo porque parece no tener un sabor muy atractivo para los consumidores.
En los últimos 50 años, prácticamente todos los cigarrillos que se venden llevan un filtro de acetato de celulosa, un componente fotodegradable pero no biodegradable, y aunque los rayos ultravioleta provenientes del sol pueden eventualmente romper el filtro en pequeñas piezas en condiciones ideales del medio ambiente, el material fuente nunca desaparece, y esencialmente se diluye en el agua y en el suelo. De media, las colillas pierden un 37,8% de su masa inicial tras dos años de degradación, y se estima que pueden tardar en descomponerse totalmente entre 8 y 12 años. El problema fundamental radica en la toxicidad que acumulan. El filtro de las colillas está diseñado para acumular los componentes del tabaco, incluidas las sustancias químicas más nocivas que son liberadas en contacto con el agua. Por tanto, cuando llegan a los ríos e incluso al mar, desprenden dichas sustancias, lo que supone una grave amenaza para la biodiversidad.