Aunque a veces el ambos términos se utilicen como sinónimos, hay que destacar que no lo son, ya que dependen a dos estados diferentes. Con el mareo, se experimenta varias sensaciones como el desmayo, el aturdimiento, la inestabilidad, malestar o náuseas, y por otro lado, con los vértigos suelen presentarse el efecto como el falso movimiento propio o de los elementos y la posterior pérdida del equilibrio.
Los mareos suelen suceder por motivos como ver sangre o sufrir dolores intensos, provocando que la persona que lo sufre, sienta de repente una pérdida de consciencia durante unos segundos o por otros factores como: una bajada de tensión o azúcar, por anemia, por exceso de calor, ansiedad o problemas de oído o visión.
El vértigo posicional, suele ser el más común por el motivo de la formación de otolitos en una zona concreta del oído. Pero existe otro tipo de vértigo llamado vértigo periférico, el cual se origina por una lesión en la cabeza o por el consumo de algunos medicamentos.
Si se detecta alguno de estos dos estados, debemos asegurarnos de que el entorno sea seguro, apoyándonos o en el caso de necesitarlo, sentarnos con la cabeza colocada entre ambas piernas o con ellas puestas en alto, ya que esta colocación, nos ayudará a reactivar la circulación sanguínea.
Es muy importante acudir al médico cuando los vértigos o mareos que se presenten, sean continuados, para detectar el problema que los produce.