La sesiones o terapias de sauna, no solo sirven para conseguir relajarnos, sino que también nos produce otros beneficios para la salud vascular y neurológica. Es un método seguro para la mayoría de las personas, aunque siempre es importante tener en cuenta algunas precauciones. Generalmente, se acude a la sauna después de haber recorrido un circuito de spa o después de nadar.
Gracias a que el cuerpo del ser humano no se ve afectado por la temperatura externa, permite mantener su temperatura interna de forma estable, por lo que al entrar en una sauna, dicho mecanismo actúa de la siguiente manera:
- Aumento de la sudoración: se expulsan cantidades de agua y sales minerales para refrescar el cuerpo, eliminando también el calor por la evaporación.
- Aumenta la flujo sanguíneo cutáneo y el corazón expulsa sangre de forma más rápida.
- Aumenta la respiración: desvanece el calor e incrementa la evaporación de agua, humedeciendo las vías aéreas.
Con todo lo descrito anteriormente, se consigue estar en calma y muy relajado, gracias al aumento de la circulación sanguínea que proporciona un alivio en aquellos músculos más tensos como la cabeza y el cuello. Si se busca una relajación más intensa, suele recomendarse la realización de ejercicios de meditación. Por otro lado, cabe destacar que esta calma conseguida por la sauna, puede durar un tiempo, contribuyendo a un mejor descanso.