Se conoce como función ejecutiva, a aquella que se encarga de la toma de decisiones, la conducta dirigida a una meta, la organización, la planificación y el control. Esta es considera por muchas personas, el centro de mandos del cerebro, pues también nos permite integrar la información disponible, para poder adaptarnos con con logro a la meta. Habilidades como la concentración, la atención, el iniciar y finalizar tareas, el control de los impulsos, la flexibilidad cognitiva, la monitorización y la identificación de los deseos, son implicadas en la función ejecutiva. Cuando mencionamos disfunción ejecutiva, hacemos referencia en las dificultades o carencias, vinculadas a aquellas habilidades de planificación y control, por lo que se ven afectadas, presentando dificultades como:
- Problemas para sostener una conducta por un largo periodo de tiempo.
- Dificultad para anticipar las consecuencias de los actos.
- Problemas para continuar con las tareas, hasta acabarlas.
- Dificultad para organizar prioridades y para gestionar el tiempo.
- Problemas para seguir una secuencia de instrucciones o pasos.
- Dificultad para manejar la atención de forma flexible o para cambiar el foco de atención.
- Problemas a la hora de comprender lo que otros piensan, actúan o sienten.
Su diagnóstico, suele relacionarse con el trastorno por déficit de atención, tanto con hiperactividad como sin ella. Tal y como indica su nombre, se caracteriza por la hiperactividad, el déficit de atención y la falta de controlar los impulsos, dificultando su diagnóstico, ya que se precisa frecuentemente en la infancia, teniendo síntomas confusos. Además, la disfunción ejecutiva también puede originarse tras un daño en los lóbulos frontales, debido a traumatismos, trastornos del neurodesarrollo u otras enfermedades como el alzhéimer y las demencias.
Para abordar la disfunción ejecutiva, a parte de tener un diagnóstico correcto, existen otras estrategias para permitir que las personas afectadas, puedan continuar su vida y sus metas. Para ello, suele recomendarse: limitar los estímulos, descansar de forma adecuada, ayudar a la organización por distintos recursos como por ejemplo las agendas, y dividir las tareas en subtareas, para que sea más fácil mantener la atención.