Para el diagnóstico de la enfermedad, se debe realizar siempre un interrogatorio minucioso que pueda dirigir la búsqueda hacia una causa probable. Si los valores de bilirrubina presentan una elevación cierta, las pruebas que caracterizan la hepatitis son las determinaciones de las transaminasas. Dichas enzimas hepáticas, pueden tener más de diez incrementos, por lo que es importante destacar que la severidad de la hepatitis no se asocia a este incremento, sino que confirma la enfermedad pero no su gravedad.
En cuanto a la confirmación de un agente causal concreto, se cuenta con la determinación de anticuerpos y de antígenos específicos para cada uno de ellos. Dichos estudios serológicos, pueden ser solicitados mediante la orientación de la sospecha o por el tiempo de evolución de la patología. En cuanto a la prevención de la enfermedad, depende de la forma y causa de la que se adquiera por cada persona, ya que se agrupan a dos mecanismos de transmisión, por contagio de vía patenteral y por origen alimentario.
Se pueden tener una serie de recomendaciones para prevenir el contagio, además de inyectar la vacuna contra los virus de la hepatitis A y B, ya que forma parte del esquema de inmunizaciones en la infancia. La vía clásica de transmisión de la hepatitis, suele ser por transmisión fecal- oral, para los virus de la hepatitis aguda A y E, siendo la primera más habitual en la infancia. A continuación mencionamos una serie de recomendaciones para prevenir el contagio:
- Lavado de manos tras ir al baño.
- Seguir las normas de higiene, tanto en la manipulación como en el consumo de alimentos.
- No tener contacto íntimo con una persona infectada de hepatitis.
- Consumir agua potable.
No obstante, para los casos de hepatitis B, C y D, la transmisión puede ocurrir por vías distintas al tracto digestivo, teniendo éstas una evolución más crónica. En este, se incluye el mecanismo sexual y cualquier exposición de lesión mucosa o cutánea, con líquidos corporales de una persona contagiada.
El tratamiento de la enfermedad, incluye una serie de cuidados generales con reposo y dieta según la tolerancia, así como el abordaje de los síntomas según haya recomendado el pediatra que haya seguido la evolución de la enfermedad desde el principio. La severidad del caso, puede condicionar el ingreso hospitalario del niño o niña, ya que se pueden tener cierta vulnerabilidad, al no existir un tratamiento específico para todas las hepatitis agudas infantiles.