Los supresores de apetito, son medicamentos que actúan sobre el cerebro, evitando la sensación de apetito, por lo que se siente menos hambre, consumiendo menos alimentos. Estos supresores, crean una sensación de saciedad, pero es muy importante contar con el apoyo de un médico y tomarlos con responsabilidad, ya que se recomienda su consumo al combinarse con una dieta saludable y actividad física frecuente, para conseguir bajar de peso de forma sostenible.
Dado a que algunas personas sienten hambre cuando su cuerpo no necesita más alimentación, tienen la dificultad de perder peso, ya que puede ser una consecuencia derivada de patologías como la depresión o la ansiedad. Los supresores de apetito, deben ser recetados por facultativos médicos que hayan estudiado la situación del paciente, pues dependiendo de sus características, pueden recomendar su toma o no, ya que están contraindicados para personas con problemas renales, hipotiroidismo, hipertensión o emocionales.
Un supresor de apetito puede actuar:
- Incrementando la serotonina, ya que el fármaco estimula la hormona, haciendo que el paciente se sienta mejor y regule su apetito.
- Llenando el estómago, con una pastilla con alto contenido en fibra, lo que hace sentir saciedad de forma más rápida.
- Bloqueando la sensación de hambre, dado a que actúa sobre la glándula suprarrenal, lo que evita que el cerebro emita señales de hambre al resto del cuerpo.
Antes de tomar los supresores de apetito, se deben tener en cuenta todas las advertencias tras su consumo y discutir con el médico, si es la mejor opción para perder peso, considerando las ventajas y desventajas de la toma de los mismos. Suele recomendarse su toma en casos de prescripción médica o en casos en los que la obesidad, generan mayores riesgos que los propios supresores. Generalmente, la duración del consumo de supresores de apetito, no tienen una duración máxima de tres meses.