Seguramente acertemos cuando decimos que todos o la mayoría, ha tenido algún tipo de pesadilla, y estas, aunque suelan ser más habituales en la infancia y adolescencia, el día a día también puede hacer que en la edad adulta algunos sigamos teniendo este tipo de sueños. La parte oscura de nuestra mente, es capaz de crear todo tipo de pensamientos malos y pesadillas, esos delirios tan aterradores que nos invaden mientras descansamos. Según la definición, las pesadillas son sueños que pueden ocasionar una respuesta emocional elevada de miedo o terror, También se pueden originar otras sensaciones como la tristeza, la ansiedad e incluso la depresión.
Se suelen vivir las pesadillas como fuentes de malestar, de peligro e incluso de pánico tanto físico como psicológico. Las personas que tuenen pesadillas, suelen despertar con una sensación aguda de angustia, y a veces les es complicado volver a recuperar el sueño. Es importante tener en cuenta que si se experimentan de forma frecuente, e interfieren en los patrones de sueño causando insomnio, es posible que necesitemos la ayuda de un profesional médico.
Las pesadillas, tienen lugar durante la llamada «fase REM», que se origina hacia el final del ciclo del sueño. Como mencionábamos al principio, suelen ser más frecuentes en la infancia y adolescencia, aunque casi todo el mundo las puede tener en algún momento de sus vidas. En la mayoría de los casos, no suponen ningún problema grave y pueden ser a causa de pensamientos inquietantes a lo largo del día, tal y como sería en el caso de ver una película de terror. Además, las pesadillas pueden ocurrir en la primera fase de los sueños, siendo más ligeras y no recordándolas con facilidad. No obstante en la segunda fase, en la fase REM, los sueños se intensifican y son más elaborados, por lo que son más recordables.
La actividad cerebral es similar a la que tenemos en estado de vigilia, donde la musculatura está paralizada y la frecuencia y la respiración pueden estar alteradas y, aunque no somos conscientes de ello, los ojos se mueven sin parar. La percepción que podemos sentir durante las pesadillas, suelen producirnos una agitación, por la que nos despertamos sobresaltado y brusco.