EL PELIGOR DEL CLORO EN PISCINA EN NIÑOS

En verano, uno de los sitios favoritos de los niños (y los no tan niños) es, sin duda alguna, la piscina. Con el calor sofocante típico de la época estival, buscar algún sitio en el que resguardarnos del sofoco y estar fresquitos se convierte en algo imperante, y para ello existen las piscinas. Sin embargo, el problema aparece cuando hay un exceso de cloro en el agua, dado que puede ser perjudicial para la salud de los niños. 

¿Qué es el cloro?

El cloro es un elemento químico que se utiliza para purificar el agua. Además, también interviene en la elaboración de sustancias desinfectantes, como son la lejía. El cloro «actúa por oxidación: convierte las moléculas orgánicas complejas en compuestos simples, que se evaporan en forma de gas.»

Cuando se aplica cloro en la piscina, lo que hace es que los elementos orgánicos como el sudor y la orina, y los elementos diversos como las bacterias, acaben evaporándose y el agua se mantenga «limpia».

Las piscinas suelen llevar entre 0,4 y 2 mg de cloro por litro, según las diferentes administraciones.

¿Qué efectos tiene el exceso de cloro?

Si la piscina contiene un nivel adecuado de cloro, tenemos asegurado que el agua mantendrá sus propiedades desinfectantes a lo largo del tiempo. No olvidemos que por las piscinas suelen pasar muchas personas y, además, están en contacto con agentes externos, por lo que puede contaminarse de una forma u otra.

El problema aparece cuando hay un exceso de cloro en las piscinas, ya que «puede generar irritaciones en los ojos, e incluso problemas respiratorios, sobre todo en niños y en ambientes cerrados como pueden ser las piscinas climatizadas y los spas», según el Ministerio de Sanidad.

Es decir, si encontramos una piscina con demasiado cloro, los efectos adversos que encontramos serán irritaciones en las mucosas (nariz y ojos), problemas respiratorios, ataques de tos, riesgo de sufrir daños en los dientes y sequedad en la piel (puede resecarla al tener un nivel de pH superior a la epidermis).

Por lo tanto, un niño que esté normalmente en piscinas con un alto nivel de cloro puede acabar desarrollando síntomas asmáticos.

Los niños, los grandes perjudicados con el exceso de cloro

Cuanto más pequeños son los niños (sobre todo si son menores de 6 años), más susceptibles serán al riesgo de sufrir asma. Obviamente, no es lo mismo que el niño se dé un chapuzón rápido a que se esté muchas horas en esa piscina. Hay otros factores que también influirán en la aparición de este problema, como es la cantidad de agua que traguen, la higiene personal que se requiera para entrar a la piscina o la temperatura del agua.

El origen del problema se sitúa en la cloramina: una sustancia generada por la mezcla de ácido hipocloroso (que aparece precisamente cuando se junta el cloro con el agua) con otros fluidos propios de la piscina, como son el sudor, la saliva y la orina. La cloramina afecta al epitelio pulmonar y acaba provocando síntomas asmáticos como tos, ahogo o pitos en el pecho, además de desarrollar asma en niños que ya tengan predisposición a padecer esta enfermedad.

Es por ello que las piscinas en las que suelan haber niños son las que presentan más riesgo: contra más pequeños, más nivel de orina en el agua y, por lo tanto, más perjudicial.